Cuando la tierra fue creada, el Sol iluminaría el día y la Luna la noche, así que inevitablemente tendrían que separarse; llenos de tristeza aceptaron que así debía de ser y que nunca más volverían a verse.
Ambos trataban de ser fuertes y continuar con la rutina del tiempo que continúa sin cesar; el Sol más fuerte aguantaba la condena que le habían impuesto, la Luna sin embargo no podía; así que el Sol pidió que le dieran compañía a la Luna, porque no soportaría más soledad e inevitablemente apagaría su luz; así aparecieron en el cielo las estrellas alumbrando y acompañando a la Luna para que continúe con su luz.
Así vive el Sol cada día fingiendo ser feliz, y la luna disimulando su tristeza con la compañía de las estrellas. El Sol arde de pasión por ella, y la Luna vive sumergida en las tinieblas de su soledad.
Es verdad, como dicen, que nada es imposible cuando hay amor; así que cuentan que cada determinado tiempo el Sol y la Luna se funden en un instante; el Sol se olvida de su fuerza y de su calor y se convierte en esclavo de la Luna; la Luna se vuelve roja demostrando cuanto ama al Sol; y así juntos se hacen uno solo, imponiéndose a todas las fuerzas contrarias del universo.
Es en ese pequeño instante dónde pueden ser felices y amarse, sin que importe nada más.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario