Así que efectivamente, quien te enfada te domina, quien te
hace enojar tiene poder sobre ti, así que, si lo pensamos mejor, ¿Por qué
deberíamos otorgar ese poder?
No le concedas ese poder a otros, a nadie.
Incluso podríamos decir que lo que la otra persona piensa, es
más importante que lo que yo mismo opino sobre mí.
Cuando estamos molestos entonces dirigimos nuestras energías
hacía afuera, hacía los demás, la responsabilidad de mi sentimiento es tuya, en
lugar de hacernos responsables de nuestra emoción; de dirigirnos hacia dentro y
asumir nuestro pensamiento y sentimiento, le otorgamos el poder y le concedemos
nuestro comportamiento a otros. No puedes enojarte sin tu propio conocimiento,
¿no crees?
Entonces aparece nuestro ego y aplasta nuestro interior para
evitar que podamos identificarnos con lo que tenemos, con lo que hacemos y cómo
nos valoran.
Una vez que el ego se va, es como podemos tomar más
responsabilidad de nuestros pensamientos y nuestros comportamientos, podemos
controlar nuestras emociones y ya nadie nos puede hacer daño; ¿Por qué?, porque
consideramos y afirmamos nuestro ser, nuestra humanidad, todo eso que somos y
que está mucho más allá de lo terrenal, del dinero o de lo material, nuestros
actos y la opinión ajena.
Cuando alguien te insulta es como si te diera un regalo que
tu no quieres, sería lógico pensar ¿por qué debo aceptar un regalo que no me
gusta?, ¿qué pasa si no lo aceptas? Sigue siento entonces de la otra persona, ¿y
si lo aceptas? Es tuyo, disfrútalo y responsabilízate de él… La decisión siempre
es, al final de uno mismo.
Podemos entonces controlar nuestra actitud y nuestra
respuesta, pero lamentablemente no controlar a los demás, ni las circunstancias
externas que nos puedan rodear en la vida, es entonces nuestra actitud la que nos
puede ayudar a enfrentar la vida.
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